Brevísimo apunte de la creadora de la
sonrisa: la retratista Élisabeth Vigée-Lebrun (1755-1842)
En 1787, con este
inocente autorretrato en el que abraza a su hija sonriendo, Madamme
Lebrun causó un gran escándalo y fue tildada de provocadora e
irreverente. Hasta entonces, en el arte occidental, salvo
excepciones como el Laooconte o El éxtasis de SantaTeresa, era una convención
aceptada el no mostrar los dientes en las representaciones humanas.
Sólo
presentaban la boca abierta los que estaban presos de la pasión, los
locos, los plebeyos, los actores representando un papel o las
prostitutas.
El
equilibrio en el gesto, ausente de cualquier manifestación pasajera,
mostraba a alguien cuyo dominio de la razón no debía ponerse en
entredicho; además, de otro modo, esas efímeras emociones nos alejarían del
verdadero personaje retratado.
Seis
años después, en plena Revolución francesa, con su autorretrato,
Ducreux, se apuntó a la nueva revolución de abrir la boca.